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LA OTRA CARA DE JULIACA

Los pozos tubulares son un gran negocio en Juliaca. Ante la escasez de agua, los vecinos de esta ciudad prefieren obtenerla del subsuelo. El problema es que este líquido tiene altísimos niveles de arsénico, como lo ha revelado un estudio de la Universidad Cayetano Heredia.
Este reportaje, financiado por la Dirección Académica de Responsabilidad Social de la PUCP, fue publicado originalmente en la revista domingo del diario La República.
El avión acaba de aterrizar en Juliaca, la Ciudad de los vientos, capital de la provincia puneña de San Román, a 46 kilómetros del segundo lago más grande de Sudamérica: el Titicaca. El bus deja el aeropuerto Inca Manco Cápac y parte al centro de la ciudad. Durante el recorrido, dos palabras aparecen escritas en decenas de paredes sin tarrajear: “Pozos tubulares”. Siempre junto a un número de celular. Los avisos destacan en medio de las calles sin asfaltar, el polvo levantado por los carros, y los ambulantes que han tomado veredas y pistas y que demoran el paso.
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En San Román, alrededor del 40% de los vecinos no tiene servicio de agua y desagüe. Y el otro 60% tiene agua solo cinco horas al día. De ellos, el 86% paga una tarifa plana de casi 18 soles y solo el 13% cuenta con medidores en sus casas. Algunos se quejan de lo turbia que les llega el agua.
“Nosotros sacamos agua del subsuelo porque aquí no hay. La utilizamos para tomar, cocinar y bañarnos, pero le echamos cloro antes de usarla”, cuenta Sandro, vecino del barrio de Taparachi, Juliaca. Unos y otros eligen pagar por la instalación de un pozo tubular en sus casas, que consiste en perforar el suelo y cavar –con o sin máquina– un pozo de 3 a 8 metros de profundidad para extraer agua subterránea. Esa es la opción preferida en esta ciudad. El costo puede variar entre los 500 y 1,000 soles. Incluso los que tienen el servicio de agua potable pagan por sacar agua del subsuelo.
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El crecimiento demográfico ha sido exponencial en San Román. Con más de 275 mil habitantes, el distrito de Juliaca tiene una población mayor a la de la provincia de Puno. Según el INEI, tiene el doble de habitantes de los que tenía hace 20 años. SEDA Juliaca, empresa de saneamiento análoga a Sedapal en Lima, no ha sabido darse abasto. Jack Ticona, su gerente general, admite que la producción de agua potable es muy baja.
Pero la situación es aún más grave. En 2014, investigadores de la Universidad Cayetano Heredia analizaron el nivel de arsénico en el agua extraída de los pozos tubulares utilizados por los juliaqueños. Se tomaron 76 muestras de agua. Cuando los miembros del equipo investigador les advertían del riesgo que corrían, las familias respondían que no tenían otra opción para obtener agua, que esa zona era muy pobre.
Taparachi fue una de las urbanizaciones a las que llegaron los investigadores. Se encuentra a quince minutos del centro de Juliaca y parece ser un barrio fantasma. Allí nunca se ha contado con servicios de agua ni desagüe. Casi no hay gente caminando, ni buses, ni taxis.
En los distritos de Juliaca y Caracoto, el 96% de las muestras de agua subterránea presentaba una concentración de arsénico.  
Frente a la avenida principal se encuentra Senegal, una calle sin asfalto repleta de avisos de pozos tubulares. En las casas de este lugar se midió el nivel de arsénico en el agua. Una de ellas es diferente a las demás, es de cemento y está pintada, tiene una puerta de madera, ventanas y cortinas.
Sandro, de 22 años, abre la puerta. Viste un polo rojo y un short deportivo. Hace 12 años vive en Taparachi y desde ese entonces ha utilizado pozos. Su conocimiento sobre la instalación de un pozo tubular se debe a una sola razón: él y su padre trabajan instalándolos alrededor de todo Juliaca. Su padre aprendió este oficio cuando trabajaba en una empresa de agroexportación en la costa. “Mi papá fue capacitado para llevar pozos tubulares de 70 metros a zonas rurales para agricultura y riego. Ahora que en el barrio se necesita, hemos trasladado el servicio para zona urbana”, explica.

El negocio de los pozos
Actualmente instalan cuatro pozos por mes, pero años atrás ponían muchos más. La competencia ha crecido, afirma. Frente a su casa hay un anuncio de pozos tubulares y no es el suyo.
La investigación sobre el nivel de arsénico fue dirigida por Christine George, profesora de una de las mejores universidades de ciencias médicas a nivel mundial, University John Hopkins, en coordinación con especialistas de la Cayetano Heredia y la ONG peruana Prisma. El estudio concluyó que, en los distritos de Juliaca y Caracoto, el 96% de las muestras de agua subterránea presentaba una concentración de arsénico hasta cinco veces mayor al límite establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS): 10 ug/l. (Diez microgramos por litro).
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“Hay relaciones de este metal con enfermedades cardiovasculares, cáncer al pulmón, neumonía y demás enfermedades respiratorias”, afirma William Checkley, científico que fue parte del equipo investigador.
Checkley no se equivoca. Un estudio realizado por el Centro Médico de la Universidad de Chicago a una población de 12 mil personas en Bangladesh, durante 7 años, demostró que existía una relación directa entre el arsénico y enfermedades cardiovasculares en gente mayor.
Sin embargo, en Juliaca nadie se responsabiliza de este riesgo para la salud pública. Dionicio Coronado, gerente municipal de San Román, enfatizó que no es su competencia prohibir el uso de pozos tubulares. “Podemos hacer acciones conjuntas [con SEDA Juliaca] (…) pero no es nuestra competencia específica, para eso existe una empresa que da servicio de agua potable”.
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Actualmente instalan cuatro pozos por mes, pero años atrás ponían muchos más. La competencia ha crecido, afirma. 
“Legalmente no tengo clara la situación pero me parece que es competencia de la municipalidad”, responde Jack Ticona, gerente general de SEDA Juliaca. “Nosotros llegamos hasta nuestros usuarios, más allá no”, agrega.
La encargada de brindar el permiso y licencia para la perforación y uso del agua del subsuelo es la Autoridad Nacional del Agua (ANA). Existe un aproximado de 300 permisos otorgados a empresas productoras de gaseosas (que usan el agua para lavar los envases que reutilizan), o a otras que ofrecen el servicio de lavado de carros, saunas, etc. César Iberos, especialista de calidad de recursos hídricos del ALA Juliaca (Autoridad Local del Agua), dependiente del ANA, afirma que no hay ninguna empresa perforadora de pozos que haya solicitado este permiso y que de encontrar a alguna que haga uso ilegal de esta licencia, será multada.
Sin control
Iberos acepta, además, que la ANA aún no tiene protocolos para analizar aguas subterráneas. El Ministerio del Ambiente (MINAM) solo ha emitido normativa para el caso de las aguas superficiales. Apunta también que si el objetivo fuese el consumo humano, la ANA debería contar con el visto bueno de DIGESA para otorgar los permisos.
Mientras las autoridades dejan pasar este vacío en la norma; a pocas casas de la de Sandro, Faustino Quispe saca la calamina empolvada que cubre el pozo tubular de su casa para mostrarnos cómo funciona. “Adentro debe estar todo sucio, ¿cómo estará?”, se pregunta a sí mismo en voz alta, mientras enchufa el cable que conecta una manguera al pozo. Esta manguera, al prenderse, permite que el agua del pozo llegue hacia el jardín. Lo que acaba de hacer es utilizar un pozo tubular con electrobomba; es decir, con electricidad. Faustino afirma que le echan una botella de 500 ml de Clorox al pozo de tres metros. Recién ahí -dice- él y su familia se animan a tomar esa agua.
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Mientras tanto, los anuncios de pozos tubulares se van reproduciendo cada vez más en toda la ciudad. Y los pobladores de Taparachi, al igual que el 40% de Juliaca, está a la espera de que las autoridades empiecen a trabajar en la solución, pero mientras pasa el tiempo, lo único que pueden hacer para no morirse de sed es sacar agua del subsuelo, por más que eso signifique envenenarse lentamente. “No hay de otra pues. Somos pobres”, dicen ellos.
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Autor Unknown

RADIO RED ANDINA - "La Señal Macro Sur".