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Jose Antonio Encinas: "El mas alto cargo que un ciudadano puede desempeñar en una democracia es el de maestro de escuela"

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El Altiplano del Collao es un gigantesco pedestal cósmico en cuyo centro se asienta el lago Titicaca, rodeado de ciclópeas montañas, a manera de andenes naturales, que forman planicies sucesivas que remanían en altos picachos cubiertos de nieves perpetuas. Sobre aquel escenario grávido de majestad telúrica, a orillas del lago navegable más alto del mundo, se levanta la ciudad de Puno, donde nació José Antonio Encinas.
Diario Los Andes: José Portugal Catacora

Su nacimiento

En el populoso parque Pino de la ciudad de Puno se ubica formando ángulo entre las calles Lima y Azángaro una casa añeja edificada con los clásicos materiales de la región, adobe en las paredes y paja en los techos. En el centro del amplio patio empedrado se yergue un viejo eucalipto, el árbol más alto entre los pocos árboles que exornan la ciudad, cual si simbolizara con dimensiones la estatura de un hombre que un 30 de mayo nació entre sus muros. Ese hombre fue José Antonio Encinas, que llegó a este mundo en 1886 con la misión de personificar a uno de los más grandes educadores del Perú y América del siglo XX.

Fueron sus padres don Mariano Encinas y doña Matilde Franco, ambos procedentes de la provincia de Chucuito. Por la rama materna descendía de Remigio H. Franco, aquel pundonoroso senador, ejemplar defensor de los intereses de la patria en el siglo pasado. Se bautizó el día 30 de mayo en la Parroquia de San Juan con el nombre de Mariano José Antonio y tuvo por padrino a don José Antonio Ponce. Vecino importante de la ciudad de Puno.

El maestro Encinas tuvo ocho hermanos, en el siguiente orden cronológico: Eduardo, Victoria, Moisés, Enrique, Víctor, Asunción, Guillermina y Aurora, de los cuales vive solamente la última. Deja un hijo, el doctor José Antonio Encinas Pando.

Su infancia

Los primeros años de su infancia los pasó entre Puno y Acora, pueblo donde ejercía el cargo de Gobernador su padre. Por entonces, Acora todavía ostentaba restos de su histórica importancia entre los trece distritos de la provincia del cercado de Puno: contaba con 74 ayllus, lo cual determinaba que fuera una de las gobernaciones mejor rentadas de la provincia. Sólo por el derecho de utta o de sentarse en la gobernación, cada una de las autoridades del campo: jilaqata alcalde de campo y contador, contribuían con doce pesos, cuyo producto global ascendía a una respetable suma cercana a 3000 pesos, los que sumados a las demás rentas que gozaba el gobernador, hacían de Acora un distrito apetecido por sus rentas. El maestro José Antonio pasó los primeros años de su infancia en aquel pueblo, allí abrió los ojos a la realidad social de cómo se trataba a los indios de las comunidades y cómo se ejercía justicia sobre ellos. Esas observaciones fueron la simiente de sus conceptos sobre el problema indígena y de las luchas que libró más tarde por abatir la explotación que sufrían los indios bajo el peso de las autoridades y los gamonales. El propio maestro contaba en Lima a los niños que su infancia transcurrió en un bello pueblito serrano. Llegó a querer tanto a Acora que no deseaba alejarse de él nunca. Y cuéntese que el día que tuvieron que partir a Puno, a donde lo conducían para empezar su educación, se asió de un poste a la salida de Acora y no quiso soltarse. Hubo de librar una lucha tenaz para convencerlo a viajar a Puno. Este fue un primer indicio de la fortaleza de su carácter que más tarde sería el signo predominante de su personalidad.

Aquel afecto del maestro por el pueblo de Acora se prolongó hasta su edad madura, con extensión a toda su familia especialmente el doctor Enrique quien ha tenido la generosidad de dejar el legado de sus bienes a los indígenas de la comunidad acoreña de Yanaque, con el cual se ha edificado un complejo educativo.

Su educación inicial
Cumplidos los 6 años de edad, durante los cuales José Antonio, demostró una clara inteligencia, los padres decidieron trasladarlo a Puno; allí se matriculó en la Escuela Municipal regentada por José María Miranda. De ese primer contacto con la educación había de contar más tarde que se le imponía primero la memorización del silabario castellano y luego las famosas tablas de las cuatro operaciones: sumar, restar, multiplicar y dividir, que lo hostilizaron tanto que, como protesta, había de negarse a memorizarlos. De aquella escuela el maestro recordaba la práctica de un patriotismo chauvinista que trató de crear un sentimiento de venganza contra Chile. Las labores de la mañana y de la tarde empezaban siempre con expresiones como; “¡Tacna, Arica y Tarapacá siempre serán del Perú!”, “¡Muera Chile, viva el Perú!”, que los niños repetían sin tener clara conciencia de su sentido.

La Escuela de Miranda fue clausurada en 1894 y el niño José Antonio tuvo que trasladarse al Colegio Seminario, regentado por sacerdotes. Aquí su personalidad rebelde se hizo presente en forma ostensible. El cura Francisco Velarde, entendió que el fin de las labores de la escuela era formar acólitos en vez de hombres educados, entonces se agregó al abecedario la memorización de la doctrina cristiana. Esta fue la primera oportunidad en que Encinas percibió cómo se concebía la labor educativa de las escuelas religiosas. Allí comenzó a germinar su concepción de defender a los niños de la labor negativa de las escuelas y maestros religiosos.

En 1895 abre sus puertas el Colegio Nacional San Carlos que había permanecido hasta entonces cerrado como consecuencia de la guerra del Pacifico. Y Encinas se trasladó en una actitud de huida del colegio Seminario, al Colegio San Carlos, fundado por el Libertador Simón Bolívar a su paso por Puno en 1826.

Los estudios del niño José Antonio no se regularizaron con su pase a San Carlos. Los estudios memorísticos. De principios y reglas: los estudios de los textos de Primitivo San Martín, Manuel Marcos Salazar, Tomás Carpio, fueron utilizados más para destruir que para cultivar las mentes infantiles. Encinas se resiste a ellos. De ahí que no obstante poseer una lúcida inteligencia prefiere pasar por mal alumno en vez de derrochar las energías de su mente. Esta actitud se convertirá con el tiempo en punto de vista doctrinario, según el cual los niños que estudian y sacan buenos calificativos, son los que destruyen sus energías y llegan a la adultez, cansados y agotados, que no les permite luchar en la vida y frente a ella fracasan. En cambio los estudiantes que han hecho lo contrario pueden enfrentarse a la vida con actitud de vencerla. De aquí que los buenos estudiantes de primaria y secundaria apenas llegan a ser alcaldes de su pueblo: en cambio los que fueron malos estudiantes, llevaron muy lejos su destino en la vida adulta. Encinas, apenas si obtuvo calificativos aprobatorios en secundaria, como un alumno medio, sin brillo alguno. El utilizó sus energías más tarde, por eso llegó a ser uno de los más grandes maestros no sólo del Perú sino de América, durante nuestro siglo.

El nacimiento de su vocación
En el año de 1900, cuando el niño Encinas se encontraba estudiando en el Colegio San Carlos, aconteció en Puno un interesante movimiento de trabajadores. Los artesanos Demetrio Peralta, Bonifacio y Manuel Aragón, Aureliano Paniagua, Eduardo Founier, Alejandro Cáceres y los pequeños comerciantes Mariano Carbajal y Elías Manzaneda reorganizaron la “Sociedad Fraternal de Artesanos” y desplegaron una serie de actividades culturales, una de las cuales fue la creación de la Escuela de la Perfección para Obreros, a iniciativa del ya entonces maestro Telésforo Catacora a quien se le recuerda en Puno como fundador de la citada escuela. El maestro Encinas observó esos acontecimientos y se sintió atraído, no obstante su corta edad por las ideas educativas de Telesforo Catacora.

Telésforo Catacora

La Escuela de la Perfección, una de las experiencias educativas más importantes realizadas en el Perú por su propósito de liberar de la ignorancia a los artesanos y obreros y hacer de ellos un núcleo consciente que luche por la conquista de sus derechos y por la liberación de la esclavitud del indio, tuvo una corta duración pues el clero lo combatió debido a que algunos de los miembros de la Sociedad Fraternal de Artesanos pertenecían a la secta adventista.

La muerte de don Mariano Encinas, su padre, en 1902 perturbó gravemente el destino de José Antonio, pues se quedó, a pesar de su corta edad, prácticamente convertido en la única persona responsable de la supervivencia de su familia formada por su mamá y ocho hermanos huérfanos de padre.

Buscó trabajo para ganar el sustento de su familia y lo encontró, primero en el Concejo Municipal, que tenía por alcalde a su tío don Vicente Jiménez, y después en la prefectura presidida por don Juan de Dios Salazar y Oyarzabal. En la primera actuó como amanuense y en la segunda como secretario.

Su Beca para la Escuela Normal. En aquellos años era presidente de la República don José Pardo y don Juan Manuel Polar, Ministro de Educación. Este ministro asumió una franca actitud de superar el caos, la rutina y la improvisación en que andaba el proceso de la educación y creó la primera Escuela Normal en el Perú. En realidad, era la segunda porque San Martín creó la primera, pero como ésta y otras no llegaron a funcionar, se puede decir que la Escuela Normal surgida en el gobierno de Pardo, fue la primera.

Aquella primera institución de formación magisterial empezó a funcionar a base de becas ocupadas por lo mejor de la juventud de las distintas regiones y departamentos del país. A Puno le correspondió una beca. Entonces la mamá de José Antonio suplicó al Prefecto Salazar que designara a su hijo mayor para que ocupara la beca, a pesar de no contar con más auxilio para lograr la subsistencia de sus menores y numerosos hijos huérfanos. El Prefecto comprendiendo la situación, le tendió su mano generosa y el secretario José Antonio Encinas ocupó la beca oficial que le correspondía al departamento de Puno. Cuentan que cuando el Prefecto Salazar y Oyarzabal llamó a José Antonio Encinas para comunicarle que debía ocupar la beca que correspondía a Puno, el maestro se negó a aceptarla, pensando, indudablemente, que aquello le obligaría a abandonar a su madre y a sus hermanos. Pero la decisión de la sacrificada madre tomada con esperanzada fe y el calor de sus lágrimas, lo persuadieron. Aquella decisión fue una verdadera prueba de fuego por la que hubo de pasar el futuro gran educador.

Terminada la batalla de las indecisiones, al año el futuro maestro partió hacia Lima en el verano de 1905 y después de dos días de viaje por ferrocarril de Puno hasta Mollendo, y tres días de navegación por mar arribó a Lima oportunamente.


En la primera Escuela Normal

La recién creada Escuela Normal fue puesta, con mucho acierto, bajo la dirección del educador belga, profesor Isidro Poyri. Este organizó un plan de estudios funcional. El mismo asumió el dictado de los cursos profesionales a través de los cuales trasmitió a los futuros maestros toda la experiencia pedagógica de los países más avanzados de Europa. Encinas realizó sus estudios en forma esforzada y brillante, con toda la energía y la emoción de quien siente con fervor la vocación profesional de ser maestro.

Al poco tiempo de iniciadas las labores, vio morir a Telésforo Catacora. El fallecimiento de éste definió más aún el destino de Encinas, porque se prometió seguir la ruta de Catacora, truncada por el destino.

Encinas y la primera generación de normalistas recibieron, no obstante que los estudios duraron sólo dos años una sólida preparación pedagógica, la cual fue incrementada con el pensamiento de Manuel González Prada, que se encontraba en pleno auge y las prédicas del escandinavo Cristian Danque que por entonces se encontraba difundiendo el movimiento masónico en Lima.

Transcurridos sus estudios que realizó durante los años 1905 y 1906, Encinas egresó con una brillante generación entre los que se encontraban: Carlos Adrianzen, Javier Adrianzen, Luis H. Bouroncle, Alfredo Bouroncle, Luis Cavero, Miguel Ángel Cornejo, Jesús Dávila, Arístides Guillen, Antonio Hierro, Alejandro Leseado, Humberto Luna, Amador Merino Reyna, Ángel Alfredo Prialé, Benigno Prieto, Arturo Revoredo, Gonzalo Salazar, Luis C. Infante y José M. Segura.

Los veintiún nuevos normalistas, incluido Encinas y excluyendo al fallecido Catacora, que egresaron a fines de 1906 se esparcieron por los distintos departamentos del Perú llevando la simiente de una nueva corriente educativa para orientar el proceso de la educación de los menos de mil planteles que entonces funcionaban en el país. El criterio del Ministerio fue colocar a los nuevos normalistas en las inspecciones que para el efecto se crearon. La mayoría asumió dichas inspecciones, pero Encinas eligió simplemente la dirección del Centro Escolar 881 creado para Puno, porque tenía la conciencia que desde un cargo administrativo poco o nada haría para mejorar efectivamente la función escolar.

Algunos de aquellos nuevos maestros descollaron realizando actividades importantes en la superación de las labores escolares. Humberto Luna, verbigracia, escribió la primera pedagogía en el Perú, Prialé preparó textos escolares. Infante ofreció libros de orientación didáctica.


Su labor en Puno
Al comenzar el siglo XX las escuelas primarias ubicadas en las capitales provinciales y departamentales optaron por la organización completa de los llamados centros escolares.

Los programas escolares eran elaborados por los directores de cada plantel. De este modo resultaban con los contenidos más diversos y contradictorios; los únicos temas que los uniformaban eran la lectura, la escritura y la aritmética, fuera de estas materias se estudiaban otras diversas como la gramática, la teneduría de libros o la sicología del alma, materias que debían estudiarse en planteles profesionales o en universidades. Imperaba la exigencia de la memorización impuesta a palmeta y látigo limpio, sin preocuparse de la comprensión de las materias.

Con tal sistema metodológico los niños eran sometidos a crueles castigos que los padres aprobaban, hasta pedían y se complacían en que se castigue a sus hijos. Aquello de que “la letra con sangre entra” campeaba como un principio o norma que se practicaba en todas las escuelas.

Cuando Encinas llegó a Puno portando su nombramiento se encontraba al frente de la prefectura don Manuel Eleuterio Ponce quien se negó a darle posesión de cargo, ofreciéndole más bien que se fuera a asumir la dirección de la Escuela de Juli. Encinas no aceptó y se hicieron las consultas al Ministerio de Instrucción. Desde él ratificaron el nombramiento de Encinas y el prefecto Tovar no tuvo más remedio que darle posesión de cargo.

Encinas llegó a Puno con el sueldo de cien soles, suma que entonces ganaban las altas autoridades departamentales. Aquel sueldo se convirtió en la manzana de la discordia pues el Prefecto, el presidente de la Corte y los vocales se sintieron heridos en su amor propio. Aquella fue la única circunstancia de su carrera magisterial en que el maestro percibió un haber digno de las funciones de su cargo, ya que cien soles en aquel entonces era un haber extraordinario. Eran tiempos en que se pagaban a los maestros 20 y 30 soles y el salario mínimo para los campesinos era diez centavos. Aquel hecho enaltece la memoria del presidente José Pardo y de su ministro Juan Manuel Polar, a quienes hay que recordar con justicia, así como al educador belga don Isidoro Poryre ya que él intervino en el establecimiento del haber para los primeros normalistas egresados de la Primera Escuela Normal del Perú que más tarde se elevó a la categoría de Instituto Pedagógico Nacional y hoy es la Universidad Pedagógica Enrique Guzmán y Valle.

La actuación de Encinas fue objeto de duros ataques de las autoridades y del obispo, Monseñor Ampuero por haber considerado como última materia la memorización de la doctrina cristiana.

Desde la dirección del Centro Escolar 881, colaboró con MacKnight jefe de la misión norteamericana que operaba en el Perú, con quien organizaron el “Primer Congreso de Maestros” llevado a cabo en la región Sur del país, con sede en Arequipa. En este evento, al que concurrieron todos los normalistas egresados de la Escuela Normal, se trató del método de enseñanza de la lectura y escritura, cuyos resultados sirvieron de norma en las escuelas del Sur del país.

Mortificado por los ataques del obispo Ampuero y el Prefecto Tovar, y sin poder continuar su labor con libertad que requiere toda labor educativa. Encinas decidió retornar a Lima.

Sus estudios en Lima

MacKnight fue llamado para asumir la dirección de la Escuela Normal de Lima y ofreció a Encinas el cargo de tesorero–secretario, además, el dictado de una materia, de modo que Encinas encontró su oportunidad para venir a Lima.

Encinas no se quedó tranquilo en el nuevo cargo, sino que además de dictar cursos en diferentes colegios de secundarla, se matriculó en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos donde opta el grado de Bachiller en Letras en 1913 con la tesis “La Educación, su función social en el Perú”.

Después se matricula en la Facultad de Derecho y opta el grado de Abogado y Doctor en Jurisprudencia, en 1918 para el bachillerato presenta la tesis “Causas de la Criminalidad Indígena en el Perú”, y para el doctorado “Legislación Tutelar Indígena”. Ambas tesis fueron aprobadas y publicadas por la universidad.

La permanencia de Encinas en Lima fue agitada e intensa pues al mismo tiempo que dictaba cursos, estudiaba y atendía su bufete de abogado con el doctor Juan Luis Mercado. De este modo se forjó una senda que había de conducirlo a la alta posición que alcanzó más tarde.


Encinas diputado y su primer destierro


En 1919, con el inicio del gobierno de Augusto B. Leguía ingresa en la actividad política y es elegido diputado por la provincia de Puno.

Un día de 1923 es llamado por el presidente al palacio. Encinas acude consciente de la actitud que debe tomar pues se voceaba que Leguía estaba preparando su reelección. Este no esperaba encontrarse con un hombre de regia personalidad. De ahí que cuando le propone a Encinas formar el bloque reeleccionista, el maestro respondió: “Yo he sido elegido por mi pueblo para defender sus derechos, no para propiciar reelecciones; no puedo ofrecer ningún compromiso”. Entonces Leguía cree que Encinas está con el bloque anti reeleccionista encabezado por Germán Leguía su pariente. Esa misma noche, ordena la expulsión de Encinas, quien al día siguiente, en la madrugada, es deportado a Panamá junto con Erasmo Roca. Así comienza para Encinas una existencia de verdadero peregrinaje de expatriado que lo habría de perseguir durante la mayor parte de su vida.

De Panamá pasó a México y no encontrando un medio apropiado, se dirige a Guatemala donde se le designa el papel de Consejero del Ministerio de Educación, desplegando una actividad meritoria que lo ubica en situación de importancia, que lo hace merecedor de una beca que le otorga la “Fundación Camegle para la Paz Internacional”, a fin de que realizara estudios especiales en la Universidad de Cambridge, donde opta brillantemente el título de Master of Arts y Master of Science en 1927, presentando el tema original de “Las virtudes de la raza Qolla”, que puede considerarse como el primer estudio antropológico del indígena peruano, por el primer antropólogo nacional, José Antonio Encinas.

De Inglaterra pasó a Francia e hizo estudios en la Universidad de la Sorbona, donde alcanzó el título de doctor en Educación en 1928. En 1929 se traslada a España y funda en Barcelona el “Pedagogium” instituto de Experimentación e Investigación Pedagógica junto con algunos peruanos como el médico puneño Juan Felipe Arce Aguilar. Luego funda y dirige la “Biblioteca de Antropología Peruana”, edita las obras de Cunow en París, con estudios sobre la cultura andina. Aquel mismo año se traslada a Padua y Bolonia para estudiar el origen y desarrollo de estas universidades que fueron las primeras en el mundo. Sobre ellas publica un libro, la Historia de las Universidades de Padua y Bolonia.

Luego abandonó Barcelona debido a que en agosto de 1930 se produjo la revolución de Arequipa, en la que Sánchez Cerro derroca a Leguía y asume la presidencia del Perú. Encinas retorna a la patria cargado de sabiduría y experiencias.

El retorno al Perú

A su llegada a Lima es recibido con gran fervor por el estudiantado de la Universidad de San Marcos que lo declara “Maestro de la Juventud”. Luego se producen las elecciones para Rector de la Universidad en la que triunfa por gran mayoría sobre su contendor Víctor Andrés Belaúnde. Encinas asume el rectorado y juega el papel del primero y más importante rector reformista de la Universidad.

En 1932 el presidente Luis M. Sánchez Cerro, a quien había conocido en París. Intenta imponerle la obligación de mantener al estudiantado en actitud prosélita a su gobierno mejor dicho a su persona. Encinas responde que no puede adoptar un compromiso de tal naturaleza porque debe respetar la libertad del estudiantado. Después de corta discusión. Sánchez Cerro no puede imponer su criterio y la entrevista termina, entonces desde el gobierno se decreta la clausura de la Universidad sin que se hubieran cumplido dos años del rectorado del maestro Encinas en San Marcos. Obligado al retiro, organiza con sus hermanos el colegio Dalton donde prepara la “Biblioteca Infantil Peruana” que edita cuadernos de trabajo, y empieza en 1933 el trabajo educativo por el sistema Dalton.

Su segundo destierro

En estas circunstancias es invitado por el gobierno de Panamá, a pedido del magisterio de ese país para dictar una serie de conferencias. En Panamá, Encinas cumple brillantemente la misión para la que fuera invitado. Al volver, no se le permite desembarcar en el Callao. Sánchez Cerro lo había deportado en su ausencia. Así se inicia su segundo destierro y su peregrinaje por distintos países que recorre hasta 1934, sembrando y cosechando sabiduría pedagógica. Invitado por la “Dotación Camegie para la Paz Internacional”, visita como conferenciante las universidades norteamericanas de Nuevo México, Arizona, Texas.

En 1936 es elegido senador por Puno pero cuando intenta Ingresar al país por Bolivia se le cierran una vez más las puertas. Entonces emprende un nuevo viaje fecundo por distintos países de América como Panamá, México, Chile y Bolivia. En Bolivia dicta conferencias en las universidades de Sucre y Cochabamba, en ellas se le otorgan sendos títulos de “Doctor honoris causa”, en reconocimiento a su gran capacidad pedagógica. Pasa a Cuba y allí se detiene porque se le designa Jefe del departamento de psicopedagogía del Liceo Aguayo de la Habana, cargo que ejerce entre 1937 y 1944. En aquella Institución realizó la tarea de crear las notables pruebas de madurez con las que reemplazó a los inveterados exámenes escolares, con los que se torturó durante siglos y aún se tortura a las generaciones infantiles. En 1940 fue Invitado al ‘Primer Congreso Indigenista’ de Patzcuaro, al que asistió con José Ángel Escalante e Hildebrando Castro Pozo en representación del Perú. Allí contribuyó con lo mejor de sí a la liberación del indio americano.

Encinas senador por Puno

En 1944. Después de quince años de destierro vuelve a la patria a finales del primer gobierno de Manuel Prado. En esta oportunidad lo reciben en forma apoteósica en su ciudad natal. Nunca antes se había realizado un recibimiento de tal magnitud la forma como el pueblo le tributó su adhesión fue extraordinaria.

En aquel entonces, infórmase que el APRA le propone ungirlo con la magistratura de la Nación, pero el maestro Encinas no aceptó, prefirió una posición de responsabilidad concreta que le permitiera servir a su pueblo más objetiva e independientemente; prefiere postular a una senaduría por su departamento. Sale elegido senador por Puno en compañía de su discípulo Emilio Romero.

Como hecho más significativo de su labor como Senador de la República podemos anotar su asistencia al “Segundo Congreso Indigenista de América”, que se realizó en el Cusco.

Encinas ocupó la presidencia del evento en mérito de sus dotes de educador e indigenista. Cuando el General Manuel A. Odría postula a la Presidencia de la República. Encinas postula a la senaduría por segunda vez y sale elegido Junto con Carlos Barreda en 1950. En el senado forma bloque con Rafael Aguilar, Francisco Tamayo y Luis E. Galván, y libra enérgicas campañas en defensa de los intereses nacionales y contra la política dictatorial de Odría. Su vida intensa de batallador en defensa del niño, del indio, de la escuela, del maestro y los intereses de la patria no terminan con su labor parlamentaria. Encinas siguió su labor desde el retiro de su casa de la avenida Primavera en Miraflores.

Sus últimos años

En 1956 asiste al “Primer Congreso sobre el Desarrollo de la Educación Primarla en América Latina”, realizado en Lima. Al año siguiente es elegido director del “Instituto Indigenista’ y presidente del ‘Instituto de las Lenguas Aborígenes’. De un modo general se dedica a revisar y terminar sus obras inéditas entre las que figuran: “Historia del niño”, “La Reforma Universitaria”, “Totemismo indígena” y la “Historia del Colegio Nacional San Carlos”.

En el año de 1956 es detenido y sin respeto de su ancianidad y de su salud quebrantada, se le obliga a pasar una noche encarcelado, acusado injustamente de participar en un acto de sedición. Después, intenta viajar a Estados Unidos para recuperar su salud, ya muy quebrantada, pero se le niega la visa y sólo puede ir a Buenos Aires.

El “Instituto de Experimentación Educacional de Puno” cuya creación y funcionamiento patrocinara, le rinde homenaje. El Instituto Pedagógico Nacional Guzmán y Valle, del que fuera alumno fundador, también le rinde homenaje. La Facultad de Letras y Pedagogía de la Universidad de San Marcos, cuya reforma había encarado en 1932, le otorga el título de “Doctor honoris causa”. La Gran Unidad Bartolomé Herrera coloca su retrato en la galería de los educadores ilustres. Y el Colegio Dalton que fundara con sus hermanos, coloca su busto en el patio de honor, finamente realizado por el escultor Luis Cosi Salas.

Su fallecimiento

En la madrugada del 30 de julio de 1958 sucumbe víctima del mal que hacía años minaba su organismo. Su partida al infinito estremeció al magisterio nacional. Había servido a la educación, había amado con ternura a los niños y había luchado por los derechos del maestro; pero murió sin haber sido inscrito en el escalafón del magisterio de su patria y sin gozar de pensión alguna de cesante y jubilado. Para reparar esta Injusticia, el Ministro Jorge Basadre le otorgó las Palmas Magisteriales póstumas.

Muchas instituciones se hicieron presentes en su sepelio. En el acto de su inhumación se pronunciaron decenas de discursos: los periódicos de Lima le dedicaron sendas páginas necrológicas. Alguien afirmó que sería necesario que pase un siglo para que el Perú vuelva a tener un educador de las dimensiones del maestro Encinas. Los maestros del Perú colocaron sobre su tumba una loseta en la que se puede leer: “El más alto cargo que un ciudadano puede ejercer en una democracia es el de maestro de escuela”. Expresión que vibrará por siempre en el corazón y el cerebro de los maestros de todos los tiempos.

“El más alto cargo que un ciudadano puede ejercer en una democracia es el de maestro de escuela”
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Autor JAVIER PAREDES UGARTE

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